Fundação Cultural Casa Lygia Bojunga

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Un Novo Nicho pra Santa

domingo, 18 de setembro de 2011

Cuentos infantiles brasileños


foto: arquivo pessoal, Salón Dorado, Museu de Arte Costarricence, San José, Costa Rica, 2011

Cuentos Infantiles Brasileños, compilados por Glória Valladares Grangeiro & Ninfa Parreiras
Obra lançada em San José, na Costa Rica, em 07 de setembro de 2011
Abaixo, as palavras de Glória Valladares Grangeiro, no lançamento, que leu também a mensagem El intercambio, de Lygia Bojunga:

Buenas noches,
Estamos muy contentas de estar acá en San José, en esa oportunidad del lanzamiento de la coletanea Cuentos Infantiles Brasileños.
Este fue un trabajo conjunto. Vivo en el norte de Brasil, en Porto Velho, y mi amiga, Ninfa Parreiras, en Río de Janeiro. O sea, hicimos el trabajo con desplazamientos en el tiempo y en el espacio.
El resultado son dos mensajes; veinticuatro cuentos; veintiséis autores de las cinco regiones brasileñas (Norte, Noreste, Sur, Sureste y Centroeste); cinco décadas de literatura para niños: de los años sesenta a los días de hoy.
En 1920 (mil novecientos veinte) fue publicado el primer libro para niños en Brasil, por Monteiro Lobato. Este libro se llamó "A Menina do Narizinho Arrebitado", o "Naricita".
Eso representó un marco en nuestro país. A partir de ahí todo cambió en la literatura para niños: el lenguaje, los contenidos, la fantasía, las ilustraciones. Hoy día el libro para niños en Brasil trae el placer, el juego y la imaginación a los lectores.
Leeré ahora el mensaje de la autora Lygia Bojunga, la primera escritora latinoamericana a recibir el gran premio internacional Hans Christian Andersen de la Literatura Infantil, el año 1982.
La lectura de este mensaje les hará sentir la pasión de una niña lectora, la pasión de esta gran autora brasileña.

El intercambio
                                      Lygia Bojunga
"Para mí, los libros son vida. Desde que estaba muy pequeña los libros me dieron casa y comida.
Así pasó: yo jugaba a ser constructora y el libro era el ladrillo. De pie, era la pared, acostado, era el escalón, inclinado, recostaba uno en el otro y hacía un tejado.
Y cuando la casita estaba lista, me metía apretada allá adentro para jugar a que vivía en un libro.
De casa en casa fui descubriendo el mundo (de tanto mirar las paredes). Primero, mirando las imágenes, después, descifrando las palabras.
Crecí y empecé a derribar los tejados con la cabeza.
Pero fui agarrándoles intimidad a las palabras. Y cuanto más íntimas nos volvíamos, menos me acordaba de arreglar el tejado o de construir nuevas casas. Sólo por causa de una razón: el libro ahora alimentaba mi imaginación.
Todos los días mi imaginación comía, comía y comía; y así, con la panza llenísima, me llevaba a vivir en todo el mundo: un iglú, una cabaña, un palacio, un rascacielos. Bastaba escoger y el libro me lo daba.
Fue así que, despacito, me acostumbré con ese intercambio tan maravilloso que (a como yo lo veo) es el intercambio de la propia vida. Cuanto más buscaba en el libro, más él me daba.
Pero como tenemos manía de querer siempre más, un día se me ocurrió aumentar el intercambio: empecé a fabricar ladrillos para que, en algún lugar, un niño los junte con otros y construya la casa en la que va a vivir."

Muchas gracias a la Embajada de Brasil que ha logrado hacer esta publicación para el público costarricense.
Muchas gracias a todos acá presentes.
                                  Gloria Valladares Grangeiro